HISTORIA DE UNA ESCALERA


Las casas con historia siempre tiene una escalera, esa que nos conduce hacia aquello que escapa a los ojos, a esa otra parte misteriosa y que hace pensar en otras estancias, con objetos olvidados, pequeños tesoros y piezas únicas.

Las hay de muchos tipos, las de peldaño de madera, aquellas enlucidas con cemento (rudas en su diseño pero sufridoras y resistentes al paso de los años), las que para que sean más bonitas se acicalan con azulejos hidráulicos en su contrahuella... 

Pero lo que sí cuentan todas, son las vidas de las personas que por ellas han dado sus pasos, y que trecho a trecho viajaban hacia alcobas con camas de baldaquino o terrazas donde huele a ropa limpia secándose al sol y balcones de geranios coloridos.

En el siguiente proyecto, nuestra sorpresa fue mayúscula, al descubrir la solidez de lo que parecía una decadente escalera, que tras capa de cal y cal, había perdido su belleza, olvidada por el ir y venir de pasos tristes.



Como se puede ver en la fotografía, la contrahuella está desconchada y se ha desprendido en muchos tramos, además de que el barro aparece sucio y sin luz.

La opción era evidente, trabajar hasta dejar la escalera en su estado original, y ello pasaba por eliminar capas y capas de pigmentos adheridos al mortero inicial.

Así que el primer paso fue con martillo en mano y escarpe, y blandiendo cual espadachín golpes,  retirar esa pasta que, a trozos de grosor considerable, iba "arrancándose"como un maquillaje viejo.


Lo que se realizó en segundo lugar, fue limpiar a fondo el ladrillo de barro, con un buen cepillo y un decapante, (en este caso se utilizó salfumán, ante la gran suciedad que presentaban) para dejarlo libre de cualquier resto y antiguas manchas, y debemos afirmar que muchas de ellas se han resistido a desaparecer. De hecho, tuvimos un colaborador-inspector, tal y como aparece en la siguiente fotografía...




El tercer paso fue enlucir todas aquellas zonas que habían quedado demasiado desniveladas, con grandes agujeros y desperfectos, pero se hizo con mortero de cemento y arena, para respetar el espíritu original de la construcción.




Por el desgaste sufrido, la pared también tuvo que se enlucida, con el mismo tipo de material, para evitar quedaran demasiadas irregularidades en el resultado final.




Y tras realizar la tarea de albañilería, llegó el momento de la inspiración. Siempre decimos que antes de acometer un proyecto, debemos escuchar lo que la estancia nos susurra, para devolverla a la vida y a su esplendor, por lo que en este caso optamos por pintar de blanco las paredes para dar luminosidad, y rememorar su antiguo pasado vestida de cal.



Así mismo, al ladrillo de barro, una vez revivido, le aplicamos un barniz específico para este tipo de material, que protege, impermeabiliza, y le da un toque satinado, que hace destacar sus colores de cocción de horno, tan irregular y bello en cada una de las piezas que componen esta obra de arte.



A posteriori, debíamos emplear para la contrahuella un color que fuera discreto, limpio, sufrido y que conjugara perfectamente con el barro, por lo que la elección fue un color "tabaco", al que para resaltar su tono, se le pintaron dos tipos de cenefa alternada en cada peldaño, de carácter irregular, a trazo grueso, para armonizarlas con la apariencia tosca de escalera de pueblo.




Finalmente, también barnizamos las pequeñas vigas que se aprecian en la foto anterior, y que originan en la planta superior de la vivienda, lo que en nuestra zona se conoce como el Tambanillo, siendo el resultado precioso, ya que en la actualidad no se construyen elementos arquitectónicos de este tipo, tan bellos y auténticos.


Como siempre decimos, todos los objetos merecen una segunda oportunidad, hay que intentar respetar los elementos originales de las casas antiguas, porque es lo que las distingue, las hace únicas e irrepetibles, y de lo desgastado, hay que sacar lustre y solera, para demostrar que los materiales auténticos son atemporales.


Hasta la próxima entrada....

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